Alexandr Solzhenitsyn autor de “Un día en la vida de Iván Denísovich” fue condenado a ocho años de trabajos forzados, en el Gulag, por opiniones anti estalinistas expresadas en una carta enviada a un amigo desde el frente, condena que le permitió conocer in situ ese tipo de horror y escribir este relato, el primero de su producción literaria y testimonial, dando a conocer al mundo la existencia de los “campos de trabajo” en la Unión Soviética.
En la URSS la aparición del libro sobre cómo era la vida y la muerte de los presos en los “campos”, editado en un principio con la autorización de Nikita Jrushchov (*), gozó de un éxito total. La gente hacía colas para adquirirlo y el interés que despertó llegó al extremo de provocar un amplio debate sobre el régimen estalinista haciendo que, poco más tarde, aquella revelación escrita fuera prohibida.
¿A qué se debió su gran impacto popular? ¿A la divulgación de la escandalosa existencia de campos de trabajos forzados en la URSS? ¿Para enterarse de las penurias y castigos que sufrían los reclusos? ¿Era la calidad literaria de la novela el atractivo? ¿El estilo, diarístico, sin florituras? ¿Es posible que el interés radicara en la atmósfera opresiva del relato combinada con espacio tan sombrío? ¿La pericia del narrador y el suspense fue lo que sedujo a los lectores? ¿O la descripción de la capacidad humana para adaptarse, sobrevivir e, incluso, ser felices en las peores condiciones de vida? Es evidente que se dio un poco de todo.
José Stalin (1878-1953), fue, el leitmotiv, el creador e impulsor de aquella aniquilación masiva llamada Gulag. Estuvo entre los bolcheviques que espolearon la Revolución de Octubre de 1917 en Rusia y, unos años después (en 1922), logró el puesto de Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética que mantuvo hasta 1952 [30 años], cuando el cargo se suprimió. Este cometido lo simultaneó con el de Presidente del Consejo de Ministros (desde 1941 a 1953).
La Secretaría General del partido le sirvió para conseguir mayor poder tras la muerte de Lenin en 1924, y para reprimir los grupos opositores dentro del Partido Comunista, incluyendo al teórico y motor de la Revolución: León Trotski (1879-1940), asesinado en México por Ramón Mercader. Trotski fue el principal censor y opositor de Stalin desde dentro del régimen y había sido desterrado en 1929.
Por su parte, el narrador maneja y organiza las peripecias, la información, las reacciones de los personajes, su comportamiento y el lenguaje interior, además de los recuerdos del protagonista que ayudan a la comprensión de la historia, completándola con gran verosimilitud. Este narrador, parece, que se propuso evitar los inconvenientes de describir coléricamente la tragedia inhumana del Gulag y recurrió a la sobriedad en la forma, a la descripción de lo rutinario, en una especie de realismo literario europeo y ruso de los años veinte (Chéjov y Tolstoi sirvan de ejemplo en este último caso).
Lo hace de modo semejante a como un científico estudia un fenómeno, valiéndose de la experiencia adquirida, la introspección, la observación de acontecimientos, la variedad de personajes, las vicisitudes del trabajo de los prisioneros, el ingenioso bricolaje adaptado a la lucha contra el frío... Sin que por ello, omitiera el sufrimiento infligido con carácter habitual y reglamentario. Es lo que denuncia, y pese a lo que escandalizó en su día, hoy, en 2014, ningún lector se sorprendería demasiado de que aquellas cosas sucedieran –a diferencia de lo pasó cuando se publicó el libro en 1951–. ¿Es que, vistos (o escritos) a distancia los sucesos, por terribles que sean, se atenúan?
Si se me permite un breve inciso diré que, hace pocos meses, he accedido a informaciones, poco conocidas, acerca de que entre trescientos y cuatrocientos españoles republicanos (pilotos, marinos y “niños de la guerra” ya adultos) sufrieron, también, el castigo del Gulag y su estigmatización como traidores, sin que la entonces poderosa cúpula del PC español (Dolores Ibárruri, Carrillo, Fernando Claudín y Vicente Uribe), hicieran nada en su favor, según cita Rafael Núñez Florencio en su artículo de EL CULTURAL (18-24 de Julio de 2014). En esa reseña se analiza y comenta la recién publicada tesis doctoral de la profesora Luiza Iordache (Rumanía, 1981), con prólogo de Ángel Viñas. (RBA. 672 páginas. Barcelona, 2014.); un texto que significa “la más exhaustiva investigación de la presencia española en la URRS entre 1937 y 1960”.
El argumento de "Un día en la vida de...", en principio, trata de hacer saber, de denunciar las atrocidades e infamias capaces de cometer un conjunto de individuos, ocupen el cargo que ocupen en la escala social o política, que mostraron el camino a los campos de exterminio de la Alemania nazi y prolongó el funcionamiento del “invento” durante décadas. No ofrece ninguna duda y, de paso, pone el acento en otros aspectos interesantes para saber un poco más del poder de adaptación que posee la naturaleza humana.
Alexandr Solzhenitsyn (1918-2008) había estado recluido en el Gulag entre 1953 y 1956, sin embargo “Un día en la vida de Iván Desínovich” (1962) es una denuncia en forma de novela, no un relato autobiográfico, que hubiera sido igual de oportuno. Él lo vivió “en sus carnes”, pero la historia de Iván Desínovich no es la suya, aunque fuera similar; es una ficción de la que puede hacerse una lectura parcial o incompleta si nos limitamos a cuanto existe de descubrimiento y acusación pública en el texto. Llevar a cabo cualquier escrutinio serio de la obra exigirá atender las otras facetas del contenido: la denuncia acusadora, sí claro, es lo primordial, sin perder de vista la parte histórica que se insinúa (el desarrollo industrial del país, cualquiera que sea el precio a pagar) y los recursos literarios utilizados en la construcción novelesca que, por su calidad, enriquecen el conjunto.
La revelación de Solzhenitsyn tiene particular valor porque “el Gulag”, institución nacida en 1930 (a partir de una reforma de los campos de trabajo del Imperio zarista y funcionando desde 1918), había sido “reinventada” por Stalin, el adalid de la libertad para muchos, que tantas simpatías cosechara en ciudadanos occidentales de cualquier rango y entre muchos intelectuales “políticamente comprometidos”; más de un centenar de famosos pensadores, poetas y artistas. Entre ellos Sartre (1905-1980), Simone de Beauvoir (1908-1986), el chileno Pablo Neruda (1904-1973), Rafael Alberti (1902-1999), o el filósofo italiano Benedetto Croce (1866-1952), fueron ejemplos destacados de su compromiso con el comunismo de Stalin y sus procedimientos implícitos, donde sobresalen los “campos de trabajos forzados y de castigo” (Gulag). Salvó el honor y la honra de la Cultura, Albert Camus (1913-1960) que fue uno de los pocos que, con su reprobación universal y bien conocida, se enfrentó a sus colegas y a una parte de la opinión pública francesa.
Estos “campos” tuvieron un dramático incremento de población reclusa en la década de 1930-40, coincidiendo con el vigoroso apogeo de la industrialización soviética. Al estalinismo se le achacan 20 millones de muertos, la mitad en los “campos de trabajos forzados” y el resto por hambre, destierros y privaciones (aclaro que, en 1960, la entonces URSS tenía 215 millones de habitantes). Estos hechos y sus circunstancias aparecidos a la luz pública, de forma restringida eran, son, el tema principal de “Un día en la vida de Iván Denísovich”.
Otra cuestión es que Stalin, hasta su muerte, dirigiera –eficaz, con mano de hierro– la mencionada industrialización del país, la reconstrucción de la postguerra, el desarrollo nuclear soviético y el programa espacial. Y si bien su régimen ha sido condenado con dureza, incluso por su sucesor, Jrushchov, sigue teniendo apoyos; incluso en 1945 y 1948 fue propuesto para el Premio Nobel de la Paz.
Siguiendo con la perspectiva literaria para completar el cuadro, podemos observar que el tiempo cronológico está concentrado en un solo día, lo que otorga al relato un ritmo y una tensión que favorece, una lectura apasionada, “sin soltarlo”, como dicen que le pasó al poeta Alekxandr Tvardovski (1910-1971), editor de la revista rusa Novy Mir (Nuevo Mundo), donde se publicó por primera vez “Un día en la vida de Iván Denísovich”.
No obstante a todo lo dicho antes, pese al espanto de aquellos años vividos por el pueblo ruso, por los prisioneros en su inhumano confinamiento, el tono del relato de Solzhenitsyn parece hasta desenfadado, irónico, sin la carga de desgarrada emoción que podía esperarse y es que el protagonista está viviendo (re-viviendo) un día “bueno”, en el que puede concentrarse en el trabajo y saborear los pequeños éxitos de alguna de sus tareas y maniobras de supervivencia.
En el fondo de la narración, aparte del carácter de denuncia, late desde mi punto de vista, ya lo he señalado, la aptitud del ser humano para superar cualquier adversidad y “vivir” (y mantener un mínimo de dignidad) en unas condiciones insoportables en apariencia, entre el hambre, el frio terrible, los pavorosos castigos y las artimañas de otros compañeros de infortunio.
La estructura de la narración, en apariencia tan poco importante por la brevedad del tiempo que abarca la historia, no deja de tener sus particularidades, desde el uso de un lenguaje sencillo en exceso, a veces (de estética realista), casi infantil en alguna expresiones, hasta el desarticulado orden de exposición que no es nada lineal o cronológico, sino que el lector ha de hacer un cierto re-ensamblaje de los acontecimientos sucedidos en el día, que se rememoran con cierta reiteración.
El final es abierto. Eso, fue un día. No sabemos más.
En resumen, una novela que revela la existencia terrorífica y silenciada de los campos de trabajos forzados soviéticos –un lugar, donde la vida de los reclusos apenas valía nada–, que pone de relieve otros factores como la capacidad de resistencia y adaptación de los individuos, aparte de la utilización de unos recursos literarios que van desde la estructura del relato, hasta la forma, el argumento, la tensión narrativa y el tono y sentido de la narración. Aspectos tan notables que sitúan “Un día en la vida de Iván Denísovich” por encima de lo esperado en este tipo de obras testimoniales.
Breve semblanza biográfica de Alexandr Solzhenitsyn
Condenado a ocho años de trabajos forzados y destierro perpetuo por sus opiniones sobre Stalin, estuvo prisionero en varios campos de trabajo antes de ser internado en un centro de investigación científica para presos políticos, respaldado por sus conocimientos matemáticos (había estudiado Matemáticas y Física en la Universidad de Rostov del Don, en el suroeste de la Rusia europea, cerca de la desembocadura del río Don en el mar de Azov).
Detenido en 1945 en el frente de Prusia [que desapareció como estado en 1945, y cuyo territorio está repartido entre el sur de Lituania, el noreste de la actual Polonia y Kaliningrado (Rusia)], Solzhenitsyn fue recluido en un campo de Kazajistán, al este de la URRS, en 1950, lo que le inspiró para escribir “Un día en la vida de Iván Denísovich” que, con el apoyo de Nikita Jrushchov, se publicó en la revista literaria Nóvy Mir, ya citada. Más tarde el libro fue prohibido, como se ha dicho, pero siguió leyéndose y propagándose de forma clandestina.
Liberado y rehabilitado en 1956, fue expulsado de la Unión de Escritores Soviéticos en 1969 por denunciar que la Censura oficial le impedía publicar sus obras.
Le fue concedido el Premio Nobel de Literatura en 1970, según la Fundación Nobel “por la fuerza ética con la que ha perseguido las tradiciones indispensables de la literatura rusa”. Quizás se referían al “realismo literario” de la tradición rusa, que se aprecia en su estilo. A pesar de ello, en otros lugares, se recoge que fue “por su denuncia de las condiciones en que vivían los ciudadanos durante la Rusia estalinista”, a pesar de que todavía no había acabado “Archipiélago Gulag” cuya primera parte se editó en París, el año 1973. De cualquier modo, no acudió a recibir el galardón por temor a que las autoridades rusas le impidieran regresar de su viaje a Estocolmo, con lo que no podría concluir “Archipiélago Gulag” (redactado en 1975-1978), su obra más conocida y de mayor calado. Ese monumental ensayo-reportaje, aparecido entre 1958 y 1967, se ha publicado en tres volúmenes y consta de siete partes.
En una nota de la primera edición dice:
« […] todo tuvo lugar tal y como se describe aquí. Dedico este libro a todos los que no vivieron para contarlo, y que por favor me perdonen por no haberlo visto todo, por no recordar todo, y por no poder decirlo todo.»
En 1975 se estableció en Estados Unidos, volviendo a Rusia tras la caída del bloque soviético ocurrido a finales de 1991. Murió en su casa de Moscú en Agosto de 2008.
Otras obras de Alexandr Solzhenitsyn son: La casa de Matriona (1963), novela, Por el bien de la causa (1964), novela, Pabellón del cáncer (1968), novela, y • Archipiélago Gulag (1-2 y 3)(1973-75 y 78), ensayo-reportaje
(*)- Nikita Jrushchov se puede encontrar escrito de formas variadas. Las más frecuentes son: Nikita Jruschov y Nikita Khrushchev.
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