viernes, 29 de noviembre de 2013

"La siesta del martes", de García Márquez

Gabriel García Márquez (Aracataca, Colombia, 6 de marzo de 1927) es un escritor bien conocido. Novelista, cuentista y periodista, su obra se considera representativa del realismo mágico y del boom literario latinoamericano. Su novela más célebre es "Cien años de soledad" (1967) ambientada en la aldea imaginaria de Macondo, referenciada geográficamente a la población donde él ha nacido (Aracataca), ciudad y mundo ficticio con el que el lector encuentra en varios de sus relatos como en “La siesta del martes” (1962) que forma parte de las narraciones agrupadas bajo el título de “Los funerales de Mamá Grande” (1962).

Recibió el Premio Nobel en 1982 “porque sus novelas e historias cortas, en las que lo fantástico y lo real se combinan en un mundo ricamente compuesto de imaginación, reflejan la vida y los conflictos de un continente.” A lo largo de los últimos treinta años ha recibido, además, multitud de galardones, nominaciones y reconocimientos internacionales. Lleva publicados cerca de medio centenar de novelas, y decenas de cuentos, aparte de ensayos, obras teatrales y guiones cinematográficos.

Ha desarrollado un estilo peculiar sugestionado por chismes y leyendas que le contaba su abuela en la infancia, del mismo modo que muchos relatos suyos están inspirados en episodios de niñez, fabulados por su niñera o vividos por familiares. No es raro encontrar que sus personajes estén inspirados por figuras y recuerdos de sus familiares más cercanos, como padres o abuelos (“…No hay en mis novelas ni una sola línea que no esté basada en la realidad”).

“La siesta del martes”, relato breve de apenas diez páginas, es una de las narraciones cortas más reconocidas de García Márquez. Se dice (vaya usted a saber), que fue escrito a instancias de su amigo el escritor y diplomático Plinio Apuleyo Mendoza (Colombia, 1932) para participar en un concurso literario organizado por el periódico colombiano “El Nacional”. Curiosamente, en ese certamen no obtuvo ni una mención.



El relato, se inicia con la descripción de un viaje en tren, en un caluroso día, realizado por una madre envejecida a la que acompaña su hija de 12 años (que es la primera vez que viaja). Ocupan un solitario vagón sin hablar apenas entre ellas. Estaban acercándose al punto de destino. La mujer “que parecía demasiado vieja para ser su madre…

“Tenía la serenidad escrupulosa de la gente acostumbrada a la pobreza”.

Eran los únicos pasajeros en el escueto vagón de tercera clase […] Ambas guardaban un luto riguroso y pobre…

Se prepararon para apearse cuando el tren comenzó a pitar, aminorando la marcha

“La mujer se secó el sudor del cuello y se limpió la grasa de la cara con los dedos… Por la ventanilla entraba un viento ardiente y seco… La niña envolvió las flores en los periódicos empapados de agua…"

–Si tienes algo que hacer hazlo ahora –dijo la mujer–. Después, aunque te estés muriendo de sed no tomes agua en ninguna parte. Sobre todo, no vayas a llorar.

La madre, autoritaria, daba órdenes breves, concisas, algunas de alcance: “...no tomes agua de ninguna parte. Y sobre todo no vayas a llorar” (Por qué? ¿Qué es lo que pasa y aún desconocemos?).

“…No había nadie en la estación […] Eran casi las dos. A esa hora, agobiado por el sopor el pueblo hacía la siesta. Los almacenes, las oficinas públicas, la escuela municipal, se cerraban desde las once y no volvían a abrirse hasta un poco antes de las cuatro, cuando pasaba el tren de regreso.

El motivo del viaje –se nos revela–, era llevar un ramo de flores a la sepultura del hijo de la mujer y hermano de la niña, que había muerto unos días antes en Macondo. Cuando llegaron al pueblo fueron directamente a la casa parroquial. Recorrieron sus calles vacías abrasadas por el sol, para recoger las llaves del cementerio que estaban custodiadas por el cura.

Punto de vista. Narrador

El narrador, en tercera persona, cuenta lo sucedido cronológicamente, salvo el flash-back de la muerte del hijo de la mujer, que lo evoca cuando madre e hija están rellenando el impreso para la visita al cementerio.

–¿Qué tumba van a visitar?- preguntó el cura
– La de Carlos Centeno –dijo la mujer
–¿Quién?
–Carlos Centeno –repitió la mujer

El padre siguió sin entender

–Es el ladrón que mataron aquí la semana pasada. Yo soy su madre.

El narrador recostruye el suceso

Todo había empezado el lunes de la semana anterior, a las tres de la madrugada y a pocas cuadras de allí. La señora Rebeca, una viuda solitaria que vivía en una casa llena de cachivaches, sintió a través del rumor de la llovizna que alguien trataba de forzar desde afuera la puerta de la calle. Se levantó, buscó a tientas en el ropero un revolver arcaico que nadie había disparado desde los tiempos del coronel Aureliano Buendía…


Con el revólver en la mano la aterrorizada señora, a obscuras, se dirigió a la puerta y, sin abrir, apretó el gatillo apuntando a la cerradura. El hombre que apareció de madrugada caído en la acera delante de su puerta, con la nariz destrozada, era un desconocido.

–De manera que se llamaba Carlos Centeno –murmuró el padre cuando acabó de escribir

La mujer contestó cuando acabó de firmar

–Era un hombre muy bueno.

Luego, madre e hija se aprestaron a salir a pesar de los consejos del cura y de que ya el pueblo entero, conocedor de la visita, acechaba en las calles, a la sombra, en las ventanas. Con las llaves del cementerio en su poder, no quisieron esperar ni utilizar la puerta de atrás, ni aceptaron la sombrilla ofrecida.

–Gracias –replicó la mujer–. Así vamos bien.

Tomó a la niña de la mano y salió a la calle.

Espacio. Atmósfera

Los escenarios donde transcurre la acción determinan una atmósfera opresiva, de pobreza; densa, sofocante como el calor del mediodía. El vagón del tren, “se detuvo diez minutos en una estación sin pueblo, para abastecerse de agua”, el paisaje, el pueblo triste, el calor, sus calles solitarias, la siesta, la casa del cura, la gente esperando su aparición…

Título

El título del cuento, está lejos de sugerir el crudo contenido de esta pequeña historia. “La siesta del martes” ofrece el inclemente contraste de dos pequeños universos. Uno que sufre, que pasa calamidades extremas, que sabe de la desesperanza y otro que duerme y a la vez vigila cruelmente la rutina, alimentándose de los exiguos incidentes domésticos y de las desgracias ajenas, con la malsana curiosidad de los lugares aislados. Justo para hacer aflorar la humilde entereza de las dos protagonistas.

Estilo

García Márquez, uno de los creadores del “realismo mágico”, muestra lo irreal (mágico) y extraño como algo cotidiano. Su intención no es la de despertar emociones sino más bien expresarlas directamente ante una realidad inevitable. (Es el caso de la actitud y decisión de que hace gala la madre, por ejemplo). El lenguaje utilizado en este cuento es preciso, sencillo, donde nada falta ni sobra. Realista, verosímil, de musical sonoridad

“...el aire se hizo húmedo y no se volvió a sentir la brisa del mar”...

“Al otro lado del pueblo, en una llanura cuarteada por la aridez, terminaban las plantaciones”.

O la crudeza y sobrio realismo de frases como:

“La angosta sala de espera era pobre, ordenada y limpia

“La niña se desabotonó la trabilla del zapato izquierdo, se descalzó el talón y lo apoyó en el contrafuerte. Hizo lo mismo con el derecho

Personajes

Quedan dibujados de una breve pincelada, quizá de forma más acentuada, la madre a través de su fisonomía:

“La mujer parecía demasiado vieja para ser su madre (de la niña), a causa de las venas azules en los párpados y del cuerpo pequeño, blando y sin formas en un traje cortado como una sotana..

Y mediante su lenguaje seco, imperativo de “una tenacidad reposada”. Hay que destacar, como en casi toda la obra literaria de G. Márquez, la fortaleza anímica con que dota a muchos de sus personajes femeninos, virtud que aquí, sin duda, resulta el eje principal del relato.

Estructura

Es la clásica: planteamiento (o preámbulo: el viaje, la llegada al pueblo), nudo, entrevista con el cura (la tensión de las dificultades para visitar el cementerio) y desenlace, (la inquebrantable decisión de la madre, que rechaza hasta la sombrilla: “Así vamos bien. Tomó a la niña y salió a la calle)

Ritmo

El ritmo es pausado, pero tenso. En todo el relato existe cierto suspense. Una mujer y la niña, viajando en aquél tren, clamorosamente solas, que comen modestamente en el vagón de lo que llevan preparado y que cuidan un ramo de flores envuelto en papel de periódico. La tensión, presente en toda la historia, se acrecienta incluso cuando conocemos el destino de las viajeras porque, bien dosificada, se reaviva al hilo de las objeciones y sugerencias del cura que chocan con la indómita decisión y presencia de ánimo de la mujer.

Contenido.- Fondo

Soledad, fatalismo, pobreza. El boxeo que practicaba el muerto para sacar adelante a la familia: tres días en cama después de cada combate. “Se tuvo que sacar todos los dientes”, dijo su hermana. Consejos de la madre: que nunca robara a quien lo necesitara para comer, y él hacía caso.

Mantuvo su compromiso. Era un robo fácil. Una viuda. Resultó que tenía un viejo revólver con el que disparó a ciegas. Fue el miedo de aquella mujer. La mala suerte (de él). La pobreza. Tenía que ser.

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Nota.- Los textos de “La siesta del martes” que se citan en cursiva proceden de la edición de “Los funerales de Mamá Grande” de la colección “Contemporánea” / DEBOLSILLO, Barcelona, Febrero de 2005.

6 comentarios:

  1. Interesante análisis e interpretación del título, espacio y la función que cumple cada personaje en el relato de este cuento.

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  2. buen análisis e interpretación del título, espacio y la función que cumple cada personaje en el relato.

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  3. Se aprecia y se disfruta mas a García Marquez cuando se lee su analisis. Gracias!! Solo una peticion, en su opinión que sucede después de salen al panteón?

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