viernes, 10 de diciembre de 2010

"La conjura de los necios", de John K. Toole

J.K. Toole (1937-1969)

(Un breve comentario a su lectura)

“La conjura de los necios” es una novela caricaturesca, divertida, cáustica, y a la vez, amarga porque sobre el telón de fondo del exotismo multicultural de Nueva Orleans, dibuja, con brillantes trazos, su típico costrumbrismo pero, además, un deprimente entorno social de emigración y decadencia.

De su autor, John Kennedy Toole, se ha dicho, que es uno de los escritores más ingeniosos del siglo XX, a pesar de que su primera y única novela, esta “conjura”, no lograra publicarla; cuestión que, al parecer, le llevó al suicidio. De forma heroica, una decena de años después de su fallecimiento en 1980, su madre Thelma D. Toole, consiguió que se editara, con un éxito de crítica y público que no hizo sino premiar la tenacidad y confianza que la Sra. Toole había depositado en la obra de su hijo. En 1981 le fue concedido a “La conjura de los necios” el premio Pulitzer.

La obra, posee un extraordinario ritmo narrativo gracias a las múltiples y extravagantes andanzas de los grotescos personajes que la animan y a unos copiosos diálogos. Este dinamismo, que se mantiene a lo largo de toda la novela, se acrecienta si cabe en las últimas páginas –cargadas de tensión–, donde la morosa conversación de Myrna choca con la urgencia de Ignatius por escapar al destino que le tienen reservado en el hospital para enfermos mentales, cuya ambulancia está ya de camino hacia su casa.

Sus personajes, lo subrayo, son para mí lo mejor de la obra. Bien trazados o caracterizados, especialmente el de Ignatius Reilly. Infantil, gordo, tragaldabas, bigotudo, acomplejado y suspicaz, pero a la vez listo, creativo y sarcástico. Aunque no se queden atrás otras figuras tan pintorescas como el negro Jones, la madre de Ignatius o Santa Battaglia o Trixie. Hay donde escoger.

El argumento, cuyo hilo conductor es el insólito noviazgo entre Myrna Minkoff e Ignatius, consta de varias historias que se entrecruzan rivalizando en un mundo temeroso de Dios y de los comunistas, muy bien pertrechado de cotilleos, vecindades, formas de vestir, gays, lesbianas... incluida la nauseabunda habitación de Ignatius, refugio donde escribe sus creaciones, entre otras actividades.

Y, desde luego, es preciso hacer una mención de honor de las “magníficas” empresas radicadas en el lugar, tales como Lévy-Pants, Salchichas Paraíso, el cabaret Noche de la Alegría así como de la fauna humana que cobijan y ejerce en su entorno.

En fin, seres muy bien plasmados, una visión social irónica y mordaz, pero no exenta de escozor por el “material sensible” de que trata: desheredados de la fortuna, inmigrantes y otras pobres gentes. A su lado, compitiendo por la vida, truhanes de los bajos fondos de la Nueva Orleáns de los años sesenta, trabajos de vejatoria precariedad, todo junto (y más) en una gran farsa, tragicómica, que “engancha” al lector desde las primeras líneas.