martes, 1 de junio de 2010

Mientras agonizo, de William Faulkner (1897 – 1962)

(Comentarios a la lectura)

Una antigua maestra de escuela, agoniza mientras sus hijos y el marido aguardan el momento de cumplir su voluntad y trasladar su cuerpo para ser enterrado en el cementerio de Jefferson, lejos de allí, junto a sus padres. La historia nos relata los lances y peligros que han de superar los desamparados y primitivos miembros de la familia Bundren a lo largo del extraño y accidentado traslado del cadáver de Addie en un carro de mulas. Viaje grotesco, atroz de toda la familia luchando contra la lluvia tempestuosa, los torrentes desbordados, la pérdida de caballerías, e incluso un incendio, narrado con una calidad estética no exenta de cierta burla sobre el modelo de “novela familiar” que tradicionalmente había precedido a este texto.

En cincuenta y nueve monólogos interiores Faulkner va tejiendo con mano maestra y una prosa exquisita (que contrasta con lo macabro de muchos pasajes), el último viaje de una mujer aborrecible que tiraniza a su familia aún después de muerta, mostrándonos el extraordinario estoicismo e irracional obstinación de aquella pobre gente. Como ha dicho Rafael Reig, “viajan estúpidos y heróicos, cargando en la carreta con la vida y la muerte (el cadáver de la madre y la hija embarazada)”. Su ánimo, no obstante, no impide que uno de los hijos, Darl, acabe en el manicomio, completando una historia tétrica que pone especialmente el énfasis en la resistencia humana.

En "Mientras agonizo" (al decir de algunos famosos críticos literarios, su mejor obra), Faulkner aplica a fondo el estilo que ya había ensayado antes en "El ruido y la furia", especialmente el monólogo interior. Pero mientras en ésta los puntos de vista fueron tres (Benjuy, Quentin y Jasón), en "Mientras agonizo", las voces son polifónicas y diferenciadas, construyendo el relato como una variada mixtura de perspectivas, que es lo que faculta, a través del flujo de sus conciencias, para descubrir la psicología e intimidad de los personajes, sus relaciones personales, y componer el relato, no a través de un narrador sino, subjetivamente, mediante un amplio grupo de narradores interpuestos, de voces que se entrecruzan. En este caso, pues, el tiempo narrativo, avanza fragmentado, aparentemente desordenado y confuso a veces, ya que incluso la difunta Addie interviene en la novela, lo que le da un carácter surrealista, apartado de la realidad. Es, pues, el propio lector el que ha de ir descubriendo la trama a medida que los intérpretes, como en una obra teatral, van desarrollando sus papeles y progresa la historia.

El personaje más interesante, se dice que “alter ego” de Faulkner, es Darl, el segundo hijo de Anse y Addie (la difunta). Es intuitivo, considerado raro, visionario, irónico, dudoso de su identidad y resulta la voz discordante en esta sucesión de visiones subjetivas e interesadas que nos ofrece la novela. Como le repugna la idea de coronar con éxito la odisea de llevar a su madre a Jefferson, trata de sabotearla incendiando el granero donde guardan la carreta con el cadáver, a punto ya de rendir viaje. Definitivamente se pone de manifiesto su locura y es llevado al manicomio de Jackson. Darl, en algunas ocasiones, viene a ser un narrador omnisciente, quizás en mayor grado de lo que podría considerarse ortodoxo para esta novela. Describe hechos que no puede haber presenciado de primera mano, con lo cual, en cierta modo, es como si transmitiera la voz del autor. Sabe que su hermana está embarazada, que Jewell no es hijo de Anse (el padre reconocido)...

Addie, la madre muerta, es en realidad el eje de los sentimientos de amor y generosidad (escasos) y el odio y brutalidad de que hace gala toda la familia. Malvada y perturbada se la conoce a fondo cuando, atendiendo a su monólogo post mortem, nos enteramos de su comportamiento sanguinario con los niños de la escuela donde ejerció de maestra: “Siempre estaba acechando la ocasión de cogerlos en falta para darlos de latigazos. Y cuando el látigo caía sobre sus carnes sentía yo su escozor sobre las mías; y cuando les levantaba verdugones y ronchas en la piel...”. Posteriormente, nos enteramos de sus encuentros con el reverendo Witfield, “sin tapujos, no trataba de engañar a nadie”, con Jewel como resultado. Muerta, corrompiéndose durante nueve días de camino, a pesar de eso inspira poca compasión.

Feroz y temerario es Jewel, y su único monólogo (el número cuatro) no nos dice todo de él, por lo que conocemos mejor su conducta y personalidad a través de los otros personajes. Su violencia anímica le anula su capacidad de comunicación hasta el extremo de que casi se desconoce su “voz interior”. Protesta contra Carl por la construcción del ataúd, con quien se odia reciproca y apasionadamente. Parece moverse sólo por amor a su madre, ya que no es hijo de Anse, y a punto de morir Addie, se apresta a defenderla del resto de la familia y contra el mundo entero si es preciso.

En cuanto a Cash, el carpintero, es un habilidoso artesano y mantiene una buena relación con todos sus hermanos. Es simple y heroicamente tenaz, y al igual que Jewel, posee un valor impulsivo.

De Dewey Dell, la única mujer de los cinco hijos de Addie, se puede decir que es como sus hermanos, blanca, pobre y soltera, pero nos parece la mejor. Está embarazada de un obrero forastero lo que la fuerza a buscar, en vano, el modo de abortar. No lo consigue.

A Vardaman, el hermano más pequeño, se le puede adjudicar el beneficio de la duda por su adolescencia inmadura. Niega la muerte de su madre y hace agujeros en el ataúd para que respire, además de otras travesuras y entelequias.

Y, por último, Anse, el padre es, si bien se mira, tan indigno y destructivo como su mujer. En sus monólogos se le aprecia su carácter terco, taimado y tan egoísta como ella. Inmoral e hipócrita se destapa al final del relato, gastándose el dinero escaso de que disponen, en una dentadura, “engallada la cabeza, sin perder su expresión entre la humildad canina y el orgullo” para decir delante de aquella mujer que les había prestado los azadones para enterrar a Addie y traía de la mano un gramófono: “Os presento a la Sra. Bundren”.

Como resumen podemos decir que "Mientras agonizo" es una novela sobresaliente, sorprendente, con una prosa y una estructura que ha servido de modelo a grandes escritores, especialmente en lo que hace referencia a la utilización de múltiples voces narrativas y puntos de vista (donde los del autor nunca aparecen). A pesar de su tono trágico, a través de algunos monólogos de Darl, introduce ciertas dosis de ironía.

Es un relato catastrófico, determinista (fatalista más bien) de la condición humana, donde el núcleo familiar se manifiesta trágicamente en una colección de infidelidades, odios, locura y falta de esperanza.

"Mientras agonizo", en fin, a uno le parece que es la historia de esas gentes que pasan por el mundo sin pena ni gloria; resistiendo los reveses de la fortuna y la triste rutina de una vida que parece no servir para nada. Es la voz de los desheredados, de los miserables pero capaces de grandes heroicidades, si es preciso, y a la vez, de cometer las mayores ruindades... Es la condición humana en estado primitivo. Como dijo Faulkner “me imaginé un grupo de personas y las sometí a las catástrofes naturales universales que son las inundaciones y los incendios...”

1 comentario:

  1. Me parece genial lo que has escrito, de veras pienso que está muy bien. Recientemente leí Mientras agonizo y me pareció fascinante. Todo de la novela es genial, la forma en que presenta a los personajes, como se desarrolla la historia a través de los monólogos, etc. Voy a seguir adentrándome en la literatura de Faulkner y leyendo el blog, que vuelvo a decir me gustó mucho.

    Saludos,
    Marie

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