viernes, 20 de junio de 2014

Dostoievsky - "El jugador"

Feodor M. Dostoievsky (1821-1881) inició su vida profesional como ingeniero aunque abandonó pronto su carrera para dedicarse, exclusivamente, a la literatura. Su primera novela, Pobre gente (1846), fue muy bien recibida y su simpatía por los desgraciados y oprimidos de la población rusa le llevó a intervenir en temas políticos y económicos, por lo que el zar Nicolás I le condenó a muerte si bien, justo cuando se encontraba frente al pelotón de fusilamiento, la sentencia le fue conmutada por cuatro años de prisión en Siberia. Su encierro, en penosas condiciones higiénicas y sanitarias, le llevó a enfermar de epilepsia, enfermedad entonces misteriosa, considerada señal de santidad. Las crisis epilépticas le acompañaron de por vida, afectando de forma muy negativa a sus relaciones personales, del mismo modo que lo hizo su vicio por el juego, otro de sus males crónicos que le obsesionó durante muchos años y que le llevó a realizar frecuentes viajes a París y Wiesbaden, donde esa actividad, en aquellos tiempos, se encontraba en pleno auge.

Las pugnas entre el amor y el odio, el bien y el mal o entre la pobreza y la riqueza son conflictos que aparecen con gran frecuencia en sus novelas, reflejando sus inquietudes sociales y humanitarias a la par que su profundidad psicológica, reflejada en muchos de sus personajes.

Habitualmente, a Dostoievsky se le inscribe en la restringida lista de los mejores y más influyentes escritores universales, al lado de Homero, Dante, Shakespeare o Cervantes. En un canon recientemente elaborado por el Instituto Nobel y el Club del Libro Noruego, con la participación de cien escritores de 54 países para seleccionar la mejor obra literaria de la historia, a Dostoievsky se le menciona más veces que a ningún otro autor (con cuatro obras). Nietzsche, que era uno de sus admiradores, afirmó: “Dostoievsky, el único psicólogo, por cierto, del cual se podía aprender algo, es uno de los accidentes más felices de mi vida, más incluso que el descubrimiento de Stendhal”.

Entre sus mejores novelas deben citarse, aparte de “Pobre gente” (1846), "Memorias del subsuelo" (1864): Noches blancas (1848), Humillados y ofendidos (1861), Crimen y castigo (1866), El jugador (1866), El idiota (1869), Los demonios (1872), y Los hermanos Karamazov (1880).

El jugador, es un relato que Dostoievsky hubo de escribir de forma apresurada, como se ha explicado en diferentes ocasiones, y especialmente por el traductor de sus Obras Completas, Rafael Cansinos Assens. En el prólogo de Crimen y Castigo, Cansinos lo deja meridianamente claro:

“Al llegar a los últimos capítulos (de Crimen y castigo) tiene que suspender la novela para escribir a toda prisa otra, ‘El jugador’, pasando bruscamente de lo trágico a lo bufo.”

Argumento

El jugador, está narrada en primera persona en la voz del joven tutor de los hijos adolescentes de un general ruso, retirado, endeudado con el marqués De-Grillet. Se trata de Aleksieyi Ivánovich que convive con esa familia, todos hospedados en un hotel de Ruletemburg (inspirada en Wiesbaden), ciudad balneario con un importante casino que acoge cualquier tipo de juego de azar. Aleksieyi, está enamorado de Pólina Alekxándrovna, sobrina del general, joven y voluble que le maltrata a pesar de haberle jurado el tutor eterna servidumbre. Dado su ascendiente, Pólina induce a su pretendiente a jugar a la ruleta para conseguir dinero con que cancelar una deuda que tiene con el marqués, al igual que su tío, el general.

Como telón de fondo de la historia, todos viven pendientes, directa o indirectamente, de la delicada salud de la tía abuela, rica propietaria residente en Moscú, esperando heredar su fortuna de un momento a otro. Hasta que, un día, se presenta allí, en Ruletemburg, por sorpresa, “para disfrutar de la vida”, con gran disgusto de su familia, que comprueba que goza de buena salud aunque ha de moverse en silla de ruedas. Los problemas comienzan cuando la abuela se dedica a jugar en contra del criterio familiar, lo que da lugar a conflictos que la anciana resuelve negándoles cualquier dádiva que puedan esperar de inmediato, recordándoles que gasta de su dinero. Pierde una gran cantidad a la ruleta y, visto aquello, sin interesarse por los baños benéficos que pensaba tomar, la dama se vuelve a Moscú.

Aleksieyi, que ha acompañado al casino a la abuela (y jugado por ella), después de su marcha, prueba a apostar por su cuenta, para salvar la economía de su amada y consigue hacer saltar la banca, ganando doscientos mil rublos. Pero cuando regresa al hotel se encuentra con una reacción airada e inexplicable de Pólina que dice odiarle (su afecto se inclina desde hace tiempo por un tímido caballero inglés: Astley).

Entonces el tutor de los niños, que había sido despedido de sus funciones, ya rico, despierta la codicia de madeimoselle Blanche (de dudosa fama) que acompaña a la familia y que aspiraba a casarse con el general. Sin miramientos abandona su proyecto y convence a Aleksieyi para irse juntos a París. Pero la vida en París no agrada a este y, frustrado, deja allí a la Blanche para volver a Alemania, donde se entera de que Polina ha enfermado y establecido su residencia en Suiza. Torna a jugar mientras planea un dudoso viaje al país helvético.

Esta novela contiene gran cantidad de elementos autobiográficos. Pólina y Aleksieyi representan a Pólina Súslova, amiga íntima de Dostoievsky y a él mismo, especialmente significados en sus caracteres, inclinaciones y reacciones (en ambos casos). Al parecer, la Pólina real (Súslova) tenía peor genio y más rarezas que la Pólina de ficción. Uno de los focos principales del relato está dirigido a la embriaguez que produce el juego en Aleksieyi Ivánovich:

“Yo saqué mis veinte federicos en oro y los puse al “passe” que delante tenía. Gané y volví a ponerlo todo, y, como antes, volví a ganar. –Trente et et un! –cantó el “croupier”. Y volví a ganar. Y volví a ganar…”

Y siguió ganando entre la demencia y el morbo

“Estaba como febril y puse todo aquel montón de dinero al rojo… ¡Y de pronto caí en la cuenta! Y sólo una vez en toda aquella noche, en todo el tiempo que estuve jugando, me corrió un escalofrío de miedo por todo el cuerpo y un temblor por manos y piel. Sentí espanto, y en un momento comprendí lo que para mí significaría entonces perder. ¡En aquella postura se cifraba mi vida toda! […]

[…] Luego recuerdo que puse dos mil florines, otra vez, a los diez y nueve números centrales y perdí; puse mi oro y los setenta federicos y perdí. Me entró rabia, Cogí los últimos dos mil florines que me quedaban y los puse a los doce primeros…, así, al tuntún, a la aventura, sin cálculo […] (cap. XIV)

La psicología del jugador

A pesar de que la novela se escribiera en tan corto espacio de tiempo (menos de un mes), acosado por la circunstancia de tener que entregar su relato con fecha tope, y quizás debido a la ayuda recibida de su recién contratada taquígrafa, Dostoievsky elaboró esta especia de “tratado psicológico del jugador” a la vez dinámico y divertido, combinando los elementos del análisis psicofísico del juego con algunas escenas, brillantes, más mundanas. Nos asomamos al abismo voraz de la ruleta, a la atracción competitiva de la ludopatía frente al amor, al sexo. Cambió su inclinación sentimental por las emociones del juego.

“Recuerdo solamente, como en sueños, que iba ganando, al parecer, diez y seis mil florines, cuando, de pronto, tres suertes contrarias se me llevaron doce […] no hacía más que aguardar algo, maquinalmente, sin pensar en nada […] De pronto un croupier me participó que había ganado treinta mil florines, y como la banca no dispone de más para cada vez, taparon la ruleta hasta la mañana siguiente […] me dirigí a otra mesa de otra sala, donde funcionaba otra ruleta […] y me puse a hacer nuevas posturas, al tuntún y sin cálculo. ¡No comprendo qué fue lo que me salvó! […] Tenía las sienes caladas de sudor y las manos me temblaban […] No recuerdo si en todo aquél tiempo pensé una sola vez en Pólina. Yo entonces sentía un placer indefinido en coger y guardarme los billetes de Banco […]” (Cap. XIV)

Conclusión

El jugador, es más que una novela. Como ya se ha dicho, es un breve compendio psicológico de la ludopatía o de la pasión por el juego, incorporando además, como en una especie de experimentación científica, la medición de su fuerza persuasiva, la fuerza de atracción del abismo de la ruleta frente a la seducción natural del sexo femenino. En este caso la fascinación por el juego supera cualquier reclamo sexual. Frente a una ruleta Aleksei deja de lado su enamoramiento y “eterna servidumbre” ofrecida a Pólina, inútilmente.□