martes, 13 de mayo de 2014

Un resumen de "Madame Bovary"

Resumen de la trama argumental

Con una estructura clásica, lineal, siguiendo el esquema de planteamiento, nudo y desenlace, “Madame Bovary” se organiza dividida en tres partes de nueve, quince y once capítulos respectivamente.

Primera parte

En la primera parte de la novela el lector entabla conocimiento con Carlos Bovary en su época escolar y durante la juventud; es un muchacho de poca inteligencia, escasa capacidad de asimilación pero que a base de tesón consigue sacar adelante su carrera de medicina. En su cortedad, se casa con Eloísa Dubua, una mujer mayor él, que había enviudado, y por la que no siente demasiada inclinación amorosa.

Como médico, ejerciendo en Tostes, visita a un paciente de cierta fortuna, el tío Rouault, lo que le permite conocer a su hija única, Emma, de esmerada educación adquirida en los años de alumna interna en un colegio de monjas. Es una voluntariosa aficionada a leer, con buenas dosis de imaginación, que termina casándose con el joven médico cuando fallece la esposa de éste, al poco de conocerse. El enlace, en principio, satisface las ilusiones de los contrayentes y, para Carlos, es el colmo de la felicidad, pues Emma, además de su educación, es guapa, fina y de hábitos apacibles; mientras que para ella ese enlace supone escapar a la vida monótona del campo y a un posible casamiento con algún rústico como su padre. Se la abren, pues, unas perspectivas de lo más románticas y la incorporación a una clase social de cierto reconocimiento.

No obstante, Emma pronto descubre que “aquello” no es lo que se había figurado. Su marido muestra su personalidad plana, el carácter rutinario y la falta de horizontes que su defectuosa formación médica le ofrece. Emma empieza a aburrirse y a comprender que la vida de las heroínas novelescas no será la suya. Para mayor contraste, el matrimonio es invitado a la mansión del marqués de Audervilliers donde conoce a algunos nobles y otro tipo de actividades sociales con fiestas, jardines y paseos a caballo que la hacen rememorar sus sueños no satisfechos. Desdichadamente, aquella invitación, aquel breve atisbo de otra vida, nunca más se repitió.

Empieza a encontrarse física y psicológicamente decaída, enferma, lo que induce a Carlos a buscar un destino de mayor importancia del que tiene en Tostes y consigue plaza en otra población, Yonville, a la que se trasladan cuando Emma está embarazada de su primer hijo.

Segunda parte

En Yonville son recibidos por los personajes más representativos, entre los que cabe destacar al boticario, Sr. Homais, y a León Dupois, joven pasante de abogado, aficionado a la literatura como Emma, personajes que tendrán en la historia un papel muy destacado. Esa noche de su llegada cenan con los dignatarios principales en la Fonda “El León de oro”, en una velada especial y degustan un menú preparado por la propietaria, la Sra. Lefrançois.

Allí, Emma piensa que, por fin, podrá ser feliz. A la mañana siguiente desde la ventana ve pasar al joven León que le había causado buena impresión en la cena de la noche anterior. Esta contenta, aunque no tarda en encontrar limitado, como ya la pasara en Tostes, el escenario en que habría de desenvolverse su vida.

Nace la niña, que ella hubiera preferido niño, a la que se puso de nombre Berta y, unas semanas después, aprovecha una visita a la nodriza, en compañía de León, para departir con él confirmando su excelente sintonía, que se convertirá en una atenta afinidad de caracteres, dentro de la más absoluta y respetuosa distancia de mujer casada.

Carlos es feliz en su nuevo destino, aunque al principio careciera de clientela, pero pronto se acopla con los lugareños mientras que León, indeciso en declarar su atracción hacia Emma, participa en las veladas y cenas del matrimonio Bovary y la familia Homais, el boticario. Mientras los demás juegan al dominó, León y Emma charlan, recitan versos, o leen y comentan revistas de arte. Los Bovary se habitúan a pasear con el cura, el boticario y León, que intercambia regalos con Emma, pero éste va perdiendo las esperanzas de seducirla y decide marchar a París para completar su formación profesional. Emma de nuevo se desanima y empieza a cuestionarse el acierto de haberse casado con Carlos y piensa en cómo habría podido ser su vida con otro hombre. Ni siquiera su hija la anima sus días.

La marcha de León la ha afectado mucho. Retornan las aciagas jornadas de Tostes. Encargó a Ruán vestidos, se dedicó a la lectura que, aburrida, abandonaba a medias y se volvió extravagante. Estaba pálida y, tras algunos desvanecimientos, un día escupió sangre.

Por entonces en la consulta de Carlos apareció Roberto Boulanger, de la Huchette, un dominio cercano. Precisaba atención médica para uno de sus criados. Se efectuó una accidentada sangría, en la que Emma inesperadamente hubo de colaborar, y Boulanger de unos 35 años de edad, hombre perspicaz, se detuvo a pensar en ella y en su marido, planteándose volver a verla de nuevo.

Ocasión que se presentó el gran día de la Feria de Agricultura, Comercio e Industria a la que asiste toda la población con sus mejores galas y la presencia de autoridades nacionales. Emma conversa animadamente con Boulanger en el vacío Ayuntamiento mientras en el exterior los mejores animales de granja son exhibidos con orgullo por sus propietarios, se suceden los discursos y se efectúa la entrega de premios y distinciones. Emma y Rodolfo –ya un amigo de la familia–, llegan a pasear cogidos del brazo por la pradera donde se celebra la feria.

A ese encuentro siguen otros donde se engarzaron diversas conversaciones amorosas y paseos a caballo que permitieron consumar unas relaciones íntimas, que se prolongan en el tiempo, hasta que llega el momento de planear la fuga conjunta. No obstante, a Rodolfo están empezando a importunarle las presiones de Emma, no ve claro su futuro con ella, y dilata el momento de la escapada hasta que, definitivamente, la cancela alegando un viaje inaplazable y despidiéndose por carta de su amada, que cae en otra grave crisis nerviosa, incluyendo un intento de suicidio arrojándose desde una tronera del techo de su casa; la fortuita llamada de Carlos, que la buscaba, se lo impidió.

Como en el aspecto económico las cosas no les van bien, Carlos se ve obligado a firmar unos pagarés que se suman a los que ya había suscrito su mujer por deudas que ignoraba el marido. Lentamente Emma va mejorando y, un día los Bovary, como parte de la terapia de recuperación, viajan a Ruán para asistir a la Ópera y en el teatro coinciden con León, que ha vuelto de París y trabaja ahora en esta localidad. El ambiente teatral agrada a la convaleciente y parece entretenerla tanto que Carlos la aconseja que se quede unos días en Ruán, y así pueda asistir a otra representación escénica.

Tercera parte

Esta parte relata, principalmente, la pasión vivida entre Emma y León, hasta el desmoronamiento y suicidio de Madame Bovary. León, al separarse del matrimonio la noche de la Ópera, les siguió hasta su alojamiento y al día siguiente, después de comprobar que Carlos se había marchado como estaba previsto, se presentó en la habitación de Emma y la declaró su amor no extinguido desde que la vio por primera vez. Emma rechaza sus pretensiones pero acepta encontrarse con él al día siguiente, en la Catedral. Hacen una visita turística de la que no se enteran de nada y León arrastra a Emma a un coche de alquiler dando instrucciones al cochero de que les llevara…

“–¡A donde usted quiera!”.

Luego, ante cualquier intento del cochero por detenerse, un grito salía del interior del vehículo que llevaba las cortinas echadas

“–¡Siga…!”.

Y así unas cuantas veces en una larga carrera por toda la ciudad. Hasta cinco horas más tarde el coche no se detuvo para que se apeara una mujer con la cabeza cubierta. Este es uno de los episodios más significativos de la novela.

Fue el inicio de un intenso idilio entre ellos. León, alquiló una habitación en Ruán para sus semanales encuentros valiéndose Emma para sus visitas del pretexto de la toma de lecciones de música y otros subterfugios ideados sobre la marcha. Emma fue menudeando in crescendo los viajes a Ruán para encontrarse con su amante. Perdidos los estribos, la Bovary fue incurriendo en caprichosos gastos y en la firma incontrolada de pagarés que su poseedor, Lheureux, el usurero comerciante en cuyas garras había caído y que conocía el idilio amoroso que mantenía con León, renovó sin objeciones a sus vencimientos imposibles de afrontar. La maraña de deudas en que los Bovary se habían enredado, también Carlos, era ya muy difícil de comprender por el matrimonio. Carlos no se enteraba de nada y Emma en sus ansias de riqueza y amor, menos.

”Vivía tan entregada a sus pasiones y se preocupaba tan poco del dinero como una archiduquesa”.

Hubo un tiempo en que, mientras Carlos Bovary seguía en la inopia, León comenzó a asustarse del extravío sentimental y anímico de Emma, que le deparaba algunas bromas de sus colegas. Sus relaciones habían dejado de ser un secreto en la oficina y los compañeros eran testigos del abandono de sus obligaciones laborales, cosas que llegaron a oídos de su madre que le escribió una carta de reconvención. A medida que Emma daba pasos más y más excéntricos, los vínculos entre los amantes iban enfriándose y León fue el primero en negarse a hacer nada comprometedor para conseguir el dinero que ella le demandaba angustiosamente, una vez perdido totalmente el gobierno de la situación. Acongojado, se juró no volver a verla.

Un día, por fin, llegó el aviso del juicio ejecutivo para que la señora Bovary liquidara la deuda de 8.000 francos, más los intereses, en 24 horas. Lheureux había pasado a la acción y el alguacil se presentó en casa del médico para hacer inventario de los bienes a embargar. Era el momento de cobrar la deuda que había ido mimando con excelente planificación estratégica.

Fracasado el intento con León, Emma extiende su búsqueda de dinero, incluso visitó a Rodolfo, que dijo no disponer de ninguna cantidad. Todo la falló.

Finalmente, visita la farmacia y, a escondidas de Homais, logra quitarle la llave del Capharnaum a Justino, el mancebo.

“Giró la llave en la cerradura, y Emma encaminóse derechamente al anaquel tercero –tan a maravilla guiábala su memoria–; cogió el tarro azul, lo destapó, y hundiendo en él la mano, la sacó llena de polvo blancuzco y empezó a comérselo”

Era arsénico.

Después de su muerte, vinieron los problemas para Carlos Bovary; los económicos, y el descubrimiento de las cartas que guardaba su mujer; más tarde en una entrevista con Rodolfo le dijo: “No le odio, no. La culpa es de la fatalidad”; a ello siguió la liquidación de todas las deudas, y su muerte súbita, inesperada.

Homais, el boticario, entre tanto, se ha convertido en el cacique indiscutible del pueblo y no hay médico que le “haga sombra”. Además, cumpliéndose sus aspiraciones, ha sido condecorado.

9 comentarios: