lunes, 15 de febrero de 2016

"Padres e hijos", de Ivan Turguénev (y II)

La novela (1862)

El argumento de “Padres e hijos” se ciñe, de forma central, a la historia de Evguéni Bazárov, Arkadi Kirsánov y su tío Pável Kirsánov a partir del regreso al hogar paterno de los dos primeros, tras finalizar sus estudios en la universidad. Así, el título de la novela no sitúa del todo su contenido, el que uno había supuesto a juzgar por el enunciado; el tema no se centra en las concretas diferencias generacionales que cabe esperar en el seno paterno-filial –entre Bazárov, Arkadi y sus padres respectivos–, sino que abarca un espectro mayor de lo imaginado. Lo que hace Iván Turguénev (1818-1883) es crear un caprichoso e insólito personaje, Bazárov, joven, vehemente e indisciplinado que, a la vez que niega respeto a cualquier principio, no puede evitar enamorarse con entusiasmo. Debo subrayar el interés de esta figura puesto que “Padres e hijos” es, así podría decirse, la novela de Evguéni Bazárov. Más que esos desencuentros domésticos que uno se había forjado y que tienen lugar sin grandes desgarros.

Está claro, no puede negarse, que asistimos a la contraposición de dos actitudes distintas: los padres de ideales arraigados en las viejas usanzas (y muy distintos entre sí) y los talantes de los hijos, obstinados, independientes, desencantados con los añejos ritos. Están dotados de una nueva visión y conocimiento de las ciencias, con la utilidad como primera premisa o principio filosófico. En este magma hay que incluir asimismo el choque entre eslavófilos y occidentalistas, según de qué Rusia hablemos o de qué Europa sean partidarios los distintos grupos sociales. [Hoy esta dicotomía –europeístas o eslavófilos– sigue en pie]. Los puntos de vista enfrentados están ahí, pero ni son demasiado estridentes ni son lo más importante de la novela.

Nos encontramos ante un relato en el que se hace gala de un análisis agudo y riguroso de los dos personajes principales y antagónicos –Pável y Bazárov–que Turguénev sitúa bajo el foco y les presta la máxima atención, mientras Arkadi Kirsánov y su padre quedan en un discreto segundo plano. Y si las descripciones de unos y otros, al principio, pueden parecer algo etéreas, el lector tendrá ocasión de conocerles a fondo por sus conductas y comentarios, a medida que va avanzando la trama. En especial, a Bazárov que es con diferencia, como ya he dicho, la particular creación de Turguénev.

En este sentido llama la atención la forma en que Turguénev monta la estructura del relato. Va “liberando” detalles, antecedentes y rasgos de la personalidad de los protagonistas a medida que avanza la acción, y al margen de los acontecimientos que nos relata. Intercala pormenores añadidos de sus caracteres, y pinceladas de sus vidas y entorno. Podemos observar, por ejemplo, cómo en el capítulo VI Bazárov desvela detalles de sus aficiones y actividades:

“¿Se dedica básicamente a la física? –preguntó Pável respetando el turno de la palabra.
–Sí, a la física. Y en general, a las ciencias naturales.”


Es el tiempo en que aparecen los primeros “roces” serios entre un Bazárov despectivo y los maduros hermanos Kirsánov, que recurren a la ironía para defenderse.

En el capítulo VII, Arkadi refiere con detalle la historia de su tío. Su juventud, su educación, su éxito con las mujeres, sus relaciones con la princesa R*** hasta que muere, y su retirada entonces de la vida social. Más adelante (capítulo VIII) sabemos la forma en que Nikolái Petróvich Kirsánov conoció a la madre (viuda) de Fénechka, en la casa de postas en la que trabajaba y cómo la ofrece el empleo de ama de llaves en Marino, donde su hija fue creciendo. Y, para el culmen, nos vamos al capítulo X, en el que se produce un debate encendido a la hora del té en el que tenemos ocasión de conocer los variados pensamientos de Bazárov, Arkadi, Pável y Nikolái. De este modo Turguénev va mostrando el interior, y la esencia, de sus ‘actores’ como en el capítulo XI, en el que se evidencian los pensamientos íntimos de Nikolái: reflexiona si los hijos pueden tener algo de lo que ellos carecen, aparte de la juventud, que los haga superiores. ¿Quizás tienen menos huellas de señoritismo?

Estos ejemplos ponen de manifiesto el trabajo de Turguénev, como digo, para dar a conocer –describiéndolos con minuciosidad–, sus personajes, incluidos sus antecedentes, sus convicciones íntimas, en suma, haciéndoles reconocibles.

En un ambiente social en crisis, desconcertada la gente por las reformas y vicisitudes que se producen con motivo de la abolición de la esclavitud y sus efectos sobre las relaciones entre el campesinado ruso, sólo Bazárov parece percatarse del cambio de los tiempos, aunque tampoco sean muy perceptibles para el lector.

Los acontecimientos, pues, no se desarrollan conforme a lo esperado, con la virulencia que cabía suponer. Sí, es cierta la notable distancia entre la forma de ser y pensar de Evguéni Bazárov y Pável Kirsánov, tío de Arkadi, pero más por sus perfiles ideológicos que por el intervalo generacional que separa a ambos. Pável hace gala de un tono quijotesco y de una ética de viejo hidalgo ruso. Como un Quijote marchito y derrotado por el empuje de las nuevas generaciones, se aferra a “esencias” que considera eternas. Se resiste a ser desplazado de su medio natural y desposeído de sus costumbres y modelo de vida.

En el eje de las disensiones se sitúa la personalidad y andanzas de Evguéni Bazárov, con su comportamiento escéptico y nihilista, su absolutismo e indiferencia por las reglas establecidas. De forma relevante lo vemos en sus contradicciones y dudas a la hora de mantenerse fiel a unos principios asumidos de forma ciega.

A Iván Turguénev se debe la divulgación del término nihilismo al ponerlo en boca de Arkadi en la novela, aunque no fuera un término acuñado por él. El muchacho contesta a la pregunta de su tío Pável sobre “qué es Bazárov” (p. 96):

“Pues es un nihilista *.
–Nihilista –pronunció Nikolái Petróvich– ¿Término que según tengo entendido, procede del latín nihil, nada; palabra que se refiere a la persona que… no reconoce nada?
–Dirás la persona que no respeta nada –continuó Pável Petróvich y se dispuso nuevamente a untar el pan de mantequilla.
–El que siempre tiene un punto de vista crítico para todo –señaló Arkadi.
–¿Y no es lo mismo? –preguntó Pável Petróvich.
–No, no es lo mismo. Un nihilista es la persona que no se inclina ante ningún tipo de autoridad, el que no acepta ningún principio de fe, por mucho respeto que éste le infunda.”

El padre y el tío de Arkadi defienden la tradición aunque esté sometida a examen, y no es que Evgueni Bazárov no crea en nada, sino que sólo acepta aquello que se pueda demostrar de manera experimental, a modo del empirismo británico. Es un científico que ensaya, practica con animales y plantas, y sólo cree en lo que se puede ver y tocar. Por otra parte, esas ideas sostenidas con arrogancia, malhumoradas, a la vez que permitiendo apreciar el orgullo de su modo de pensar, le llevan a tomar una postura muy diferente a la vocación ética de Pável. Por ejemplo en el amor.

Ambos están enamorados, pero los principios de Pável siguen marcando las distancias; está enamorado de Fénechka pero no hace ni un gesto que pueda ser censurable, mientras que la conducta de Bazárov es mucho más desahogada, la lealtad no le obliga demasiado. Su “cerco y ataque” a la joven es una “reacción” personal, al margen del respeto a cualquier regla, como persona y como huésped. El licenciado pretende compensar con la joven el rechazo de Anna Odintsova, con quien no supo atemperar su radicalidad. Una tarde, creyéndose a solas con Fénechka, trata de seducirla –aún no se ha casado con el padre de Arkadi–, y la besa, siendo rechazado por la joven con firmeza. Pável lo ve y, furioso, le reta a un duelo a pistola en el que éste resulta herido, lo que motiva que el amigo abandone la casa de los Kirsánov y Pável reconvenga a su hermano Nikolái para que se case con la joven.

La relación de Bazárov con Anna podría haber sido muy distinta si no hubiera caído en la rigidez de sus dogmas que, combinados con pasiones y sentimientos contradictorios, no sabe hacerlos compatibles. Considera –según su doctrina– que ese amor, que no consigue someter o encauzar de forma adecuada, es una manifestación animal, y él es un investigador. Esta situación conflictiva entre convicciones y sentimientos, le llevan al fracaso amoroso, primero y a la muerte después.

Bazárov, carente de la moral al uso de la que hace frecuente burla, se mantiene en su ideario como modelo normativo, sirve a la idea, está a su servicio. En el santuario de su fe no penetra ni la más mínima duda y todo lo hace encajar en su cientifismo doctrinario.

–¿Y usted supone que cuando la sociedad cambie ya no habrá ni estúpidos ni malvados? –le preguntó Anna [con una ironía que no captó Bazárov.]
–Al menos, en una sociedad correctamente establecida daría exactamente lo mismo que uno fuera estúpido o inteligente, malvado o bondadoso.
–Sí, lo entiendo. Todos tendrían el mismo bazo.
–Exactamente, señora.
(Capítulo XVI. p. 168)

Caso distinto es el de Arkadi que, aunque parece muy influenciado por Evgueni, no lo está tanto y sabe dar un golpe de timón a su vida, soltar las amarras que le sujetaban al amigo, dejarlo de lado y tomar sus propias iniciativas, convirtiéndose en un propietario acomodado con unos horizontes claros.

Pero el debate se localiza entre los dos arquetipos: Pável y Bazárov. Don Quijote, capaz de enfrentarse, en duelo a pistola, al irrespetuoso recién licenciado para lavar el honor ofendido de Fénechka, como una nueva Dulcinea. Empero, como el “caballero de la triste figura”, saldrá trasquilado en el lance, herido en lo físico, restituido en cuanto a su dignidad (cap. XXIV). Los capítulos siguientes están dedicados a las andanzas de Arkadi y Bazárov y el texto lo encuentro un poco difuminado. En cualquier caso aparecen personajes más bien caricaturescos, extravagantes, que me recuerdan a “Almas muertas”, de Gógol. Existen muchas idas y venidas, diálogos de resultados muy tenues, encuentros artificiosos y vacíos…

Ritmo

La trama en su conjunto, como digo, está llena de viajes y retornos, visitas, personajes… que, en su variedad e irrupción, mantienen la viveza del relato, aunque en algunos momentos la tensión se resienta. Ocurren muchas cosas, es indudable. Enfrentamientos verbales, enfados, y hasta el duelo a pistola entre Pável y Bazárov, que roza la tragedia, además del dramatismo del contagio y muerte del joven nihilista cuando había empezado a practicar la medicina ayudando a su padre –del que se burlaba por sus métodos anticuados– . Las páginas donde se relata su enfermedad, el largo proceso evolutivo, los altibajos deprimentes o esperanzados, son de una gran intensidad que se superponen, con garra, al transcurrir del resto de la novela.

Desenlace

En la visita que Bazárov hace a Anna, antes de retornar a su casa, ella le aclara que ha interpretado mal sus sentimientos y la amistad que le inspira. Pero sentimientos y amistad no es amor. Confundido y desmoralizado, se encuentra allí con Arkadi al que pone al corriente del duelo con su tío Pável y le felicita por el compromiso con Katia. Los amigos, aunque reconciliados, ya no vuelven a verse.

De vuelta al hogar familiar, Bazárov, para tratar de serenarse, ejerce la medicina y tiene la desgracia de contraer el tifus al hacer la autopsia de una persona que había padecido esa enfermedad. Sus padres le atienden como pueden en medio de la mayor zozobra y desesperación, hacen venir otros médicos, reciben la visita fugaz de Anna, que ha sido llamada, y asisten impotentes a su muerte.

Seis meses después, tras una comida familiar, Pável –que ha sabido renunciar a su oculto amor por Fénechka– se despide de sus deudos y marcha para no volver, quedándose a vivir en Dresde donde se comporta como un perfecto gentleman; Anna Serguéievna Odintsova se acababa de casar; la hacienda de los Kirsánov (padre e hijo) va mejor, el padre, Nikolái, ahora es Juez de Paz; Katia Serguéievna ha tenido un hijo; y dos decrépitos ancianos visitan con frecuencia la tumba de Evguéni. •

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(*) – Nihilismo (del latín “nihil”, nada, e ”-istmo” : Doctrina revolucionaria de origen ruso (siglo XIX) que, según su ideario, la organización de la sociedad es tan mala que hay que destruirla totalmente. ≃ * Anarquismo. (María Moliner. Diccionario. Madrid, 1998).

Nota- Las citas del texto proceden de la edición de Cátedra. Letras Universales. 2007. Madrid.- Traducción de Bela Martinova [Moscú, 1958; hija de dos “niños de la guerra”, padre asturiano y madre madrileña]. Es traductora literaria de ruso y Doctora en Filología Eslava. Los comentarios, igualmente se basan en el contenido de ese volumen.

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