martes, 16 de febrero de 2016

"Padres e hijos", de Iván Turguénev (I)

Presentación

Iván Serguéyevich Turguénev o Turguéniev, nacido en 1818 en el seno de una rica familia de terratenientes rusos, fue un escritor, novelista y dramaturgo considerado como el más europeísta de los literatos de la Rusia del siglo XIX. Murió a los 65 años, en las cercanías de París, debido a un proceso canceroso. En sus últimos momentos, desde su lecho de muerte, ya reconciliado con León Tolstoi (1928-1910) –con quien había mantenido un largo enfado, y llegó a retarle en duelo–, le pidió por carta al autor de “Guerra y paz” que volviera a la literatura que había abandonado

«[…] Volved, amigo mío, a las tareas literarias […] escuchad mi ruego: sepa yo si habéis recibido estas líneas, y permitid que con ellas vaya un apretado abrazo, extensivo a vuestra mujer y a la familia toda. No puedo escribir más. Estoy cansado.»

Esta petición sirvió, entre otras razones, para que Tolstoi escribiera La muerte de Iván Ilich (1886) y La sonata a Kreutzer (1889).

Turguénev estudió, primero, en la universidad de Moscú y luego en la de San Petersburgo dedicándose a los clásicos, la literatura rusa y filología, y en la de Berlín, profundizó en la filosofía de Hegel. Esta última estancia, en Alemania, le occidentalizó de por vida y le convenció de que Rusia debía imitar a Europa para progresar.

Aparte de su trato con Tolstoi, también fue amigo de Dostoievsky (1821 – 1881), y lo mismo que con el anterior, sus relaciones, a temporadas, coexistieron poco cordiales, con alejamientos y reconciliaciones periódicas, muy al contrario que con Flaubert (1821 – 1880) con el que tuvo, siempre, buena amistad literaria.

A la muerte de su madre, Turguénev se convirtió en un rico heredero que pudo viajar por el mundo sin problemas económicos. El amor de su vida (nunca llegó a casarse, aunque tuvo una hija con una de sus siervas) llegó con la francesa Paulina Vilardot, cantante de ópera, compositora y la primera extranjera que cantó el repertorio italiano en Rusia. Se conocieron en San Petersburgo y su largo idilio subsistió hasta la muerte de Turguénev.

Su obra, como sucedió con otros escritores rusos que escribieron en su idioma, Ha sido vertida al español a través de traducciones del francés, lo que a veces hace desconfiar al lector sobre la fidelidad del texto resultante. Esto, ha cambiado en los últimos decenios, prodigándose las traducciones directas del ruso, como es el caso de la edición que nos ocupa.

Fue un gran devoto de Nikolái Gógol (1809-1852), del Hamlet de Shakespeare y muy en especial del Quijote de Cervantes, novela que tuvo intenciones de traducir al ruso aunque no pudo lograr su deseo. De algún modo en “Padres e hijos” (1862), Turguénev rinde homenaje de admiración a los dos grandes personajes de la literatura universal, inspirándose en Hamlet y en el modelo de don Quijote para plasmar la personalidad caballeresca de Pável Kirsánov. De esta suerte escribía en el ensayo “Hamlet y Don Quijote”, incluido en “El Quijote desde Rusia” (Visor Libros. Madrid. 2005. Pág. 33):

«El autor de Hamlet y el autor del Quijote son los mayores poetas que hayan producido los tiempos modernos. Pero Cervantes, más aún que el dulce William, ejerce sobre mí un encanto indefinible. Me gusta hasta hacerme llorar, y este entusiasmo data de hace mucho tiempo.»

Y en el similar sentido admirativo se expresaba en una de las cartas a su sobrina:

«De todas las figuras de hombres buenos en la literatura cristiana, sin duda la más perfecta es don Quijote. Pero es bueno solamente porque, a la vez, es ridículo.» (Turguénev a su sobrina Sofía Ivanova en 1868, incluida en “El quijote desde Rusia”. pg. 57).

Entre sus obras, las más reconocidas –aparte de “Padres e hijos”–, son “En vísperas” (1860), “Humo” (1867) y “Diario de un hombre superfluo”, a pesar de que el interés de sus relatos ha ido decayendo entre el público lector.

Sinopsis

Arkadi Kirsánov y Evguéni Bazárov, dos recién licenciados en la universidad, regresan juntos a sus respectivos hogares para reencontrarse con su familia, y trazar su futuro. Primero llegan a la casa del padre de Arkadi el cuál invita a descansar unos días al joven Bazárov que es médico y botánico. Allí reside también un hermano de su padre, Pável, soltero, militar retirado y hombre de firmes convicciones. Aparte de otros criados, en la casa está Fénechka, con la que el progenitor de Arkadi, viudo desde hace unos años, ha tenido recientemente un niño. Al enterarse, el hijo se alegra infinito y alivia así el sentimiento de culpa y vergüenza que afectaba a su padre.

La llegada de los jóvenes causa la alegría de todos, pero enseguida la atmósfera se enturbia por la forma de ser de ese amigo, apenas conocido, nihilista, que hace comentarios negativos de todo lo que ve, y se muestra maleducado y despectivo. Critica al padre y al tío de Arkadi a quienes considera un par de viejos anticuados –a pesar de su innegable cultura–, que no saben llevar la administración de sus propiedades ni afrontar los cambios que la emancipación de los mujiks, ocurrida en la Rusia de 1861, ha significado.

Los dos amigos se toman unos días de vacaciones para viajar y divertirse y así intiman con Anna Odintsova, varios años mayor que ellos, que les invita a su hacienda cercana a la ciudad, a medio camino de la casa de Bezárov, y donde conocen a Katia, la hermana menor de Anna. Entre las dos parejas se inician relaciones sentimentales que no terminan de prosperar al gusto de los amigos y deciden seguir ruta a casa de Evgueni, cuyos padres le esperan impacientes.

Pero Bazárov no encuentra acomodo y decide que tienen que volver a la heredad del padre de Arkadi donde ha dejado sus materiales de investigación, lo que aprovecha éste, cuyas relaciones con su amigo se han enfriado, para volver a la mansión de Anna Odintsova y reiniciar su idilio con Katia, con la que termina casándose.

En esos días Bazárov, añorando la atracción sentida por Anna, intenta propasarse con Fénechka, despreciando las reglas de hospitalidad. Lo cual, observado por Pável, monta en cólera y le reta a un duelo, en el que el quijotesco tío de Arkadi resulta herido; circunstancias, todas, que aceleran el retorno definitivo de Evgueni a su casa, no sin verse antes con su cortejada Odintsova que le aclara que ha interpretado mal su simpatía por él, y que no le ama.

De nuevo en su hogar, Bazárov ejerce la medicina ayudando a su padre, también médico, y tiene la mala suerte de contraer el tifus al contaminarse haciendo una autopsia a un hombre que había muerto de esa enfermedad.

Tiempo histórico

El zar Alejandro II (1818-1881), en prevención de los problemas que la importante masa de siervos y campesinos sometidos a los terratenientes y la nobleza podían suponer en un futuro inmediato para Rusia, quiso reformar el tejido productivo del país implantando un “proceso de emancipación jurídica” que afectaba a más cien millones de almas, con el que, en la práctica, quedaba abolida la servidumbre.

El Manifiesto de Emancipación (1861) equiparaba a los siervos con los ciudadanos libres y se ordenaba que los campesinos compraran a sus propietarios las tierras que trabajaban. Esos caseros o latifundistas en cuyas haciendas venían trabajando hasta entonces, además, tenían poder absoluto sobre sus vidas. No obstante las tierras debían ser pagadas a sus dueños, además de la redención de las antiguas obligaciones feudales que estuvieran en vigor en aquél tiempo.

Lo terratenientes recibieron del Estado el importe de sus tierras cedidas mediante bonos, de modo que los colonos pasaron a endeudarse con el gobierno a quien tenían que devolver la cantidad adelantada en 49 años, sin obtener la libertad en la práctica porque no podían abandonar la comunidad o aldea a la que pertenecían en ese momento.

Aquella abolición de la servidumbre tuvo varios efectos desfavorables:
– Las tierras en traspaso estaban sobrevaloradas. El colono pagó un alto precio – Se incrementó la pobreza de los campesinos. – Algunos campesinos, por el contrario, se transformaron en terratenientes. – El desarrollo industrial esperado no tuvo lugar. – Se produjeron descontentos y revueltas sociales

Este es el tiempo, y el entorno donde Iván Turguénev sitúa su novela; cuando el Nihilismo empieza a divulgarse –a partir de 1860–. La opinión pública de carácter conservador y moderado llama nihilistas a los contrarios al orden vigente y a los que rechazan los valores tradicionales.

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