jueves, 12 de abril de 2012

Sostiene Pereira, de Antonio Tabucchi

(Comentarios a una lectura)

El recientemente fallecido Antonio Tabucchi era profesor de lengua y literatura portuguesa en la Universidad italiana de Siena y, además de novelista, dramaturgo y ensayista, escribía habitualmente en diferentes medios escritos como El País y Corriere della Sera. Era un enamorado de Portugal y –se dice– que el mejor conocedor, crítico y traductor de Fernando Pessoa.

Sus libros pueden encontrarse en una veintena de países y, en España, los más conocidos [aparte de “Sostiene Pereira” (1994)], son las piezas teatrales “Tristano muere” (2004) y “El tiempo envejece deprisa” (2009). Con “La cabeza perdida de Damasceno Monteiro” (1997), Tabucchi dio lugar a que se revisara el caso del asesinato de un ciudadano portugués, asunto del que trata esa novela. Por otra parte varias de sus ficciones han sido llevadas al cine.

Entre sus galardones literarios pueden citarse el “Médicis étranger” por “Nocturno Italiano” y el “Campiello” por “Sostiene Pereira”. En España recibió el Premio Francisco Cerecedo de periodismo en el año 2004.

“Sostiene Pereira” se enmarca en la Lisboa del totalitarismo fascista que impregnaba la Europa de la segunda mitad de los años treinta del pasado siglo, cuando se gestaban los acontecimientos que darían lugar a la Segunda Guerra Mundial. El periodista Pereira ha iniciado la publicación de la sección cultural del periódico “Lisboa”. Chapado a la antigua, publica sobre todo biografías y comentarios de autores desaparecidos y al llegar a su casa mantiene monólogos con la fotografía de su mujer fallecida, a quien pone al día de lo que va sucediendo a su alrededor.

Habiendo vivido de espaldas a los episodios políticos del momento, y para actualizarse, Pereira acepta la colaboración de un joven ayudante (Montero Rossi), que resulta ser disidente del régimen dictatorial de Salazar. Con él entabla una afectuosa y paternal relación decidiendo ayudarle –y a su novia– ante situaciones políticamente comprometidas o peligrosas. Entonces, empieza a observar los cambios que se están produciendo en la sociedad, fruto de la influencia de lo que ocurre en los países vecinos como España e Italia donde el ascenso del fascismo está cambiando radicalmente el espíritu de tolerancia existente. La visita, un día, de tres sicarios gubernamentales a su domicilio para interrogar y torturar a Montero, y las consecuencias que de ese hecho se derivan, sacuden radicalmente su conciencia y decide comprometerse intelectualmente urdiendo una ingeniosa estratagema con la que poder evitar la censura y publicar así una crítica y los detalles sobre lo sucedido a Montero Rossi en casa de Pereira. Al final de ese escrito, decía “Invitamos a las autoridades competentes a vigilar estrechamente estos episodios de violencia, que a su sombra, y tal vez con la complicidad de alguien, se están perpetrando hoy en Portugal”. Antes de que el periódico saliera a la calle Pereira abandona el país “sin tiempo que perder”.

“Sostiene Pereira” en su conjunto, es una novela que gusta al lector por exigente que sea. Y una de las originalidades con que nos encontramos es a un desconocido narrador en tercera persona. Es posible que se trate de un policía o de un oficial de un juzgado que transcribe el relato intercalando, con reiteración, la frase “sostiene Pereira” sin dejar entrever su opinión personal; en ningún momento toma partido por ninguna de las cuestiones que se plantean. Sin embargo, en algunos párrafos se observa que la breve frase “sostiene Pereira”, repetida como estribillo, está colocada de modo forzado o poco consistente con el tono del resto del párrafo. Es un punto débil dentro de un texto muy original.

De acuerdo con lo comentado respecto al narrador, el estilo nos parece eficaz y sobrio como corresponde a una declaración administrativa, y la focalización o el punto de vista de Pereira cumple su papel para darnos a conocer su evolución personal al final de una carrera periodística transcurrida sin pena ni gloria.

El relato interesa al lector porque le permite profundizar en su personalidad de antihéroe, personaje gris e inane, con su confortable rutina, su monótona gastronomía, su precaria salud, los monólogos con su mujer desaparecida y con sus emociones e ideas hasta que, mediante una inesperada metamorfosis, se convierte en un espontáneo “profesor de moral” evocando el viejo deber sartreano según el cuál “el intelectual debe ser un hombre comprometido”.

Hasta el final no queda claro el desarrollo anímico de Pereira, que sólo se atisba a pequeñas dosis en sus contactos protectores, casi caritativos, con Montero Rossi y las conversaciones con el Dr. Cardoso que, al final, son el detonante de su reacción ética y humanista, más allá, mucho más, de lo que cabría esperar del sentido protector de su erosionada y mustia naturaleza. Entretanto el lector, en estas idas y venidas, tortilla va y tortilla viene, ha ido tomando aprecio a Pereira y lamentando lo poco que cuida su precaria salud.

En cuanto a la estructura, el texto de “Sostiene Pereira” está dividido en veinticinco breves capítulos que ayudan a dinamizar el ritmo de de la historia. Carece de indicaciones –guiones o comillas– que diferencien lo que cuenta el “relator” (tan rigurosamente imparcial) de los diálogos, pensamientos y monólogos de Pereira, aunque la utilización de estos recursos ya no sorprende a ningún lector medianamente bregado.

La narración acaba, y está fechada, el 25 de Agosto de 1993 pero la acción transcurre en paralelo con los años de la guerra civil española y podría ser suficiente para su comprensión el abierto final que nos ofrece Tabucchi. No obstante el volumen incluye una “nota a la décima edición italiana” que da cuenta de los hechos que inspiraron la novela. Bien, aunque no es imprescindible. Me parece que no es preciso recurrir a hechos reales para que resulte verosímil. La nota empieza diciendo

"El señor Pereira me visitó por primera vez una noche de septiembre de 1992. En aquella época no se llamaba todavía Pereira, no poseía trazos definidos, era una presencia vaga, huidiza y difuminada, pero que deseaba ya ser protagonista de un libro. Era sólo un personaje en busca de autor. No se por qué me eligió precisamente a mí para ser narrado".

La clave política de la novela está presente pero de una forma matizada, a pesar de que la trama discurre por esos caminos. Quizás la explicación está en la imparcialidad o la nula presencia de la opinión del narrador que, como decíamos al principio se limita “a tomar nota” de los hechos “declarados”.

Sobre el incierto final a uno le habría gustado saber más de aquella “historia” tan creíble. ¿Qué consecuencias tuvo la denuncia? ¿Qué fue de Pereira, luego? □

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