miércoles, 5 de mayo de 2010

Textos exigentes con el lector

Rosa Montero, en una reciente artículo de “El País” (“Babelia”, de 1 de mayo de 2010), aconseja a los lectores de los clásicos que se salten, “sin prejuicios” los párrafos que les resulten aburridos, y ponía como ejemplo de prosa a evitar algunas decenas de páginas de “La montaña mágica” de Thomas Mann. Para ella, las sesudas discusiones entre Settembrini (humanista, liberal e ilustrado) y Naphta (ex-jesuíta y marxista) son “roñosas y oxidadas, ilegibles, pedantes y pelmazas…”

Uno puede aceptar la opinión que le merezca a Rosa Montero la novelística de Thomas Mann, no faltaría más. Pero se me hace cuesta arriba encontrarme con una escritora que aconseje a los lectores, en general, que desistan de su intento ante páginas de lectura más exigente o que inviten a una posible reflexión paralela al texto; desde luego, ambas cosas son incompatibles con los métodos de lectura rápida o similar. En mi opinión la literatura ligera, de cómoda digestión, sin complicaciones, que no mueve a pararse un momento, a releer algún párrafo, que no pide nada al lector, justifica las masivas ediciones de algunas insulsas novelas y, quizás, explica el bajo nivel de muchas de las obras actuales, que no es casual. Creo que existen varias literaturas y, de entre ellas, la que valoro particularmente no es, desde luego, la de lenguaje mediocre, estilo inexistente y vacía de contenido. Me parece que la Literatura (con mayúscula) es otra cosa.

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