miércoles, 27 de enero de 2016

Albert Camus y Paul Sartre. Del aprecio a las discrepancias

Albert Camus era el segundo hijo de una familia de colonos franceses en Argelia (de los conocidos como “pies negros” según se apodaba a los repatriados que habían residido en la colonia). Nació en 1913 en Mondovi (Argelia francesa) y murió en Francia, en 1960, en un accidente de coche sobre el que hubo algunas especulaciones –no silenciadas aún– como la que alimentaba sospechas de que había muerto a manos del KGB (policía secreta soviética) por el rechazo del escritor a la invasión rusa de Hungría, o por su apoyo a la candidatura de Boris Pasternak (1890-1960) para el Premio Nobel de Literatura de 1958 (El País, 5-11-2011).

Cuando recibió el premio Nobel de Literatura en 1957, «Por su importante producción literaria, que con una seriedad clarividente ilumina los problemas de la consciencia humana en nuestra época», el discurso de investidura se lo dedicó a su antiguo profesor, el Sr. Germain Louis, al que escribió una breve carta (19 Noviembre de 1957), en cuanto tuvo constancia de la distinción que le había sido concedida:

“… Pero cuando supe la noticia, pensé primero en mi madre y después en usted. Sin usted, sin la mano afectuosa que tendió al niño pobre que era yo, sin su enseñanza y su ejemplo, no hubiera sucedido nada de todo esto.”

Viviendo en Argel, se hizo miembro del Partido Comunista (1935), que no tardó en abandonar como acto de protesta por la firma del pacto germano-soviético (1939) incorporándose a renglón seguido a la nómina del Diario del Frente Popular. Después, en 1940, se vio obligado a emigrar a París entrando a trabajar en Paris-Soir y para la editorial Gallimard. Luego, durante unos años, asumió la dirección de Combat periódico de la Resistencia francesa en la que colaboraron –aparte de Camus–, Sartre, Malraux, Raymond Aron y otros intelectuales.

Fueron famosas sus disensiones con su amigo Jean Paul Sartre, con quien compartía ideas sociales y aspiraciones a un orden más justo. El primer enfrentamiento se debió a la sorprendente y dura crítica del libro de Camus, “El hombre rebelde”, realizada por Sartre en el periódico patrocinado por él –Les Temps Modernes–. A eso siguieron otras escaramuzas para las que existen tesis y razones variadas; unos, suponen que la causa fue la reprobación pública de Camus a los campos de trabajo de Stalin (los Gulag), rechazo que Sartre se negó a manifestar. Mientras, otros, remiten a la existencia de rencores íntimos y celos personales y profesionales como, por ejemplo, los debidos al éxito de “El extranjero” y “La peste” (libros de los que se vendieron enseguida unos diez millones de ejemplares), sin desdeñar un teórico resentimiento porque a Camus se le concediera el Premio Nobel siete años antes que a Sartre, o por su éxito con las mujeres… El antagonismo se mantuvo siempre –aun tras la muerte de Camus– a pesar de algunos gestos amistosos intercalados y el respeto que Sartre nunca ocultó, según recoge con amplitud el filósofo y amigo de ambos, Bernard-Henry Lévy en su libro “El siglo de Sartre” (Círculo de Lectores. Barcelona, 2001). Este pensador pone en boca de Sartre refiriéndose a Camus “Al estallar la guerra usted se comprometió resueltamente con la Resistencia” y, luego, añade más reconocimientos: “usted vivió ese momento con mucha más intensidad y entrega que muchos de nosotros (incluido yo mismo)”. «Todo un homenaje» apostilla Lévy (p.387).

El conjunto de la obra de Camus se basa en sus reflexiones sobre la condición humana. Con el espíritu de rebeldía que siempre le acompañó se opuso a todas las doctrinas que distrajesen al hombre de lo humano, fueran éstos credos cristianos, marxistas o existencialistas; y, desde luego, exteriorizando su poca o ninguna fe en la existencia de Dios. Su sencilla filosofía la definió como “filosofía del absurdo”, en la que manifestaba su convencimiento de que “la existencia humana es un perfecto absurdo para quien no tiene fe en la inmortalidad” (El mito de Sísifo. Alianza editorial. El libro de bolsillo. 2004)

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