domingo, 29 de noviembre de 2009

Objetividad en los artículos de opinión

Como lector asiduo de “prensa de papel y tinta” deseo expresar mi insatisfacción por los contenidos de determinados artículos de opinión que se asoman casi a diario a las páginas de algunos periódicos, denominados independientes, aunque no parezcan cumplir tal condición. Con demasiada frecuencia, las opiniones que manifiestan las encuentro parciales, sesgadas y carentes de objetividad, aunque ésta última sea “un cuento chino”, según dijo John Carlin (Londres, 1956) en la inauguración de la 23ª edición del máster UAM/EL PAÍS, palabras recogidas por este último medio el 12-02-2009. Carlin añadió que la objetividad “es un signo de arrogancia” y que se trata de “un atributo divino o propio de un robot”.

Y sí, entiendo que quien escribe tenga sus convicciones e intereses, como cualquier ciudadano, pero preferiría que sus análisis nos llegaran desprovistos de esas influencias, así como de otros ropajes más o menos afines a ideologías o “tomas de posición”, sean del signo que sean.

El “opinador” está ahí –deduzco, o me gustaría– por su equilibrada capacidad de raciocinio y no como promotor de ninguna causa ni credo, al contrario que el lector, que sí puede tener los intereses que guste, es muy libre. Naturalmente, es importante que el columnista exprese sus conceptos de forma “eficaz, documentada, original y clara”, como ha escrito recientemente Francesc-Marc Álvaro en La Vanguardia, pero sin escamotearnos el examen desde otras perspectivas que completen el planteamiento inicial; atreviéndose a tratar las materias desde puntos de vista que quizás gusten poco a quien escribe y no sean del agrado de determinados lectores, pero esa conducta periodística me parece irrenunciable. Ha de esforzarse en dejar en el cajón las anteojeras de sus dogmas (simplemente por elegancia o compromiso intelectual) y no ceder a la tentación de condicionar sus ideas a las creencias en las que esté instalado, como diría Ortega.

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